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El Segundo Triunvirato fue una alianza estratégica formada en el siglo I a.C. por Marco Antonio, Lépido y Octavio. Unidos por un deseo común de venganza contra los asesinos de César, intentaron devolver la estabilidad a la República Romana durante sus últimos y turbulentos años. Sin embargo, la alianza duró poco, ya que sus ambiciones y rivalidades acabaron conduciendo al ascenso de un único emperador y al fin de la República.

La formación del Triunvirato

Tras la muerte de César, Marco Antonio y Octavio -sobrino nieto e hijo adoptivo de César- rivalizaron por la supremacía, creyéndose cada uno heredero legítimo del poder. Antonio exacerbó las tensiones impidiendo el acceso de Octavio a la fortuna de César. Mientras tanto, Marco Emilio Lépido, un tercer líder prominente, se vio arrastrado a la contienda. Aunque menos eficaz que sus homólogos, se aseguró el puesto de Sacerdote Mayor con el respaldo de Antonio, un papel que debería haber correspondido a Octavio. El Senado, receloso del creciente poder de Antonio, declaró a éste y a Lépido enemigos públicos.

A pesar de su desconfianza mutua, el trío forjó una alianza en octubre del 43 a.C. cerca de Bononia, formando el Segundo Triunvirato, una comisión constitucional a la que la Lex Titia otorgaba una inmensa autoridad. Reconocido oficialmente por el Senado, el Triunvirato disponía de amplios poderes, incluida la capacidad de eludir la aprobación de la legislación por parte del Senado.

El Triunvirato lanzó inmediatamente una brutal purga contra sus adversarios políticos, incluidos 300 senadores y 2.000 caballeros romanos. Esta confiscación masiva de propiedades ayudó a financiar sus campañas militares contra los asesinos de César, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longinos. En el 42 a.C., Antonio condujo a sus fuerzas a la victoria en la batalla de Filipos, donde Bruto y Casio encontraron la muerte. Casio, creyendo erróneamente que todo estaba perdido, ordenó su propia muerte. Bruto logró escapar brevemente, pero más tarde se suicidó. Su derrota puso fin a las esperanzas de restaurar la antigua República.

Frágiles alianzas y guerra civil

Tras la derrota de los asesinos de César, el Triunvirato dirigió su atención a Sexto Pompeyo, el hijo de Pompeyo el Grande, que se había refugiado en Sicilia. Inicialmente, se formó un pacto, pero Octavio renegó más tarde, acusando a Sexto de traición y mandándolo ejecutar. El control del triunvirato sobre Roma se hizo más fuerte, pero su unidad era frágil, y su mera existencia sumió a la República en casi dos décadas de guerra civil.

En el 37 a.C., Lépido fue excluido de la renovación de la coalición tras extralimitarse en sus demandas de poder. Octavio le despojó de sus legiones y le exilió a Circeo, dejando a Antonio y Octavio como únicos líderes de un imperio dividido: Antonio controlaba Oriente, mientras que Octavio gobernaba Occidente.

Sin embargo, esta división no hizo más que aumentar las tensiones, lo que finalmente condujo al colapso de su frágil alianza. La relación de Antonio con Cleopatra VII de Egipto marcó el punto de inflexión. Cleopatra, antaño amante de César y madre de su hijo Cesarión, cautivaba ahora a Antonio. Como resultado, Antonio dejó de centrarse en su nueva esposa, Octavia (hermana de Octavio), para centrarse en Cleopatra, a quien veía como la clave para asegurarse riqueza y poder. Pretendía utilizar los recursos de Cleopatra para financiar una campaña contra Octavio y establecer Alejandría como la nueva capital de su imperio, en sustitución de Roma.

Octavio, que albergaba desprecio por Cleopatra y resentía su conexión con César, vio las acciones de Antonio como una traición y una prueba del deterioro de su juicio. Para socavar a Antonio, se valió del Senado para enmarcar el conflicto no como una guerra civil, sino como una guerra contra la propia Cleopatra. En este movimiento calculado, el Senado declaró la guerra a Cleopatra, presentando a Octavio como el defensor de Roma y sus tradiciones frente a la influencia de una reina extranjera.

El ascenso de Augusto y el nacimiento del Imperio

En el año 31 a.C., las fuerzas de Marco Antonio y Octavio se enfrentaron en la batalla de Actium. La estrategia de Marco Antonio para atrapar a la flota de Octavio resultó desastrosa. Al carecer de experiencia naval, Antonio tuvo problemas para mandar con eficacia, mientras que la moral entre sus tropas se erosionó debido al resentimiento por la participación de Cleopatra en las decisiones militares. La campaña propagandística de Octavio desestabilizó aún más a las fuerzas de Antonio, presentando a Cleopatra como una influencia extranjera manipuladora.

Al final, Antonio y Cleopatra se vieron acorralados, con suministros cada vez más escasos y sin esperanza de recibir refuerzos. Tras escapar por los pelos a Egipto, sus intentos de reagruparse y reunir más tropas fracasaron. Ante la derrota, Antonio y Cleopatra prefirieron el suicidio a la captura. Antonio acabó con su vida tras una negociación fallida con Octavio, y Cleopatra, según la leyenda, utilizó un áspid para quitarse la vida.

Con sus muertes, Octavio regresó triunfante a Roma. El Senado le otorgó un nuevo nombre y título: Augusto, marcando el amanecer del Imperio Romano. Como primer emperador de Roma, Augusto ejerció una autoridad sin precedentes, sentando las bases del sistema imperial que definiría Roma durante siglos. Su gobierno inició una nueva era, transformando la fracturada República en un imperio centralizado y duradero.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez.