Seleccionar página

La Conspiración de la Pólvora fue un intento fallido de asesinato al rey Jacobo I de Inglaterra por parte de un grupo de católicos ingleses de provincias, dirigidos por Robert Catesby y Guy Fawkes. La conspiración consistía en matar al rey haciendo estallar la Cámara de los Lores durante la apertura del Parlamento el 5 de noviembre de 1605. Sin embargo, el complot fue revelado a las autoridades en una carta anónima y los conspiradores fueron arrestados, evitando el derrocamiento de la dinastía protestante de los Estuardo.

Antecedentes 

La tensión religiosa en Inglaterra se remonta a mediados del siglo XVI, cuando el rey Enrique VIII arrebató a Roma el control de la Iglesia Anglicana. Por aquel entonces los católicos luchaban en una sociedad dominada por la Iglesia Protestante. A Enrique le sucedió la reina Isabel I en 1558, que decidió responder a esta división religiosa introduciendo el Acuerdo Religioso Isabelino. Este acuerdo obligaba a cualquier persona nombrada para un cargo público o eclesiástico a jurar lealtad al monarca como jefe de la Iglesia y del Estado. No hacerlo significaba ser multado y acusado de traición. Como consecuencia, el catolicismo quedó marginado y los sacerdotes católicos tuvieron que practicar su fe en secreto. 

Cuando la salud de Isabel I comenzó a deteriorarse, la elección de su sucesor se convirtió en una cuestión urgente, ya que la reina no tenía ni marido ni hijos. Los católicos esperaban que su prima católica, María, reina de Escocia, fuese elegida como sucesora. Pero María fue ejecutada en 1587. Entonces, el secretario de estado inglés, Robert Cecil, negoció con el hijo de María, el rey Jacobo VI de Escocia, y preparó el camino para que subiera al trono. El 24 de marzo de 1603 la reina Isabel falleció y Jacobo fue coronado como rey Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia. La transición de poder se produjo sin problemas y el nuevo rey recibió el apoyo de los principales papistas y de los sacerdotes jesuitas. 

Jaime I estaba casado con una monarca católica, Ana de Dinamarca. En un principio se creyó que su actitud hacia los católicos sería más moderada que la de Isabel. Algunos incluso pensaron que se animaría a convertirse al catolicismo tras el martirio de su madre. Sin embargo, Jacobo no dio ninguna señal de intentar acabar con su persecución. En consecuencia, en 1603 algunos miembros del clero conspiraron contra él en lo que se conoció como el Complot ¡Adiós! y el Complot Principal, que no tuvieron éxito. Al año siguiente, Jaime denunció a la Iglesia Católica y ordenó a todos los jesuitas y otros sacerdotes católicos que abandonaran el país.

El complot de la pólvora 

El 26 de marzo de 1604, Robert Catesby, Thomas Winter y John Wright se reunieron en secreto para conspirar contra el Rey y acabar con la represión anglicana. Unas semanas más tarde se les unió un cuarto conspirador, Guy Fawkes, un católico comprometido que había luchado en los Países Bajos en un regimiento de exiliados católicos ingleses bajo bandera española. Al año siguiente otros se unieron al complot, sumando un total de 12 conspiradores.

El plan consistía en hacer estallar el parlamento durante la siguiente ceremonia de apertura, colocando barriles de pólvora en sus sótanos. Su objetivo era matar al rey Jaime y secuestrar a su hija Isabel, que se instalaría en el trono inglés. Los conspiradores alquilaron un sótano del parlamento, donde colocaron la pólvora y esperaron a que el rey abriera sus puertas a principios de octubre de 1605. Sin embargo, una epidemia de peste obligó a posponer la ceremonia hasta el 5 de noviembre.

Diez días antes, un noble católico, William Parker, barón de Monteagle y cuñado de uno de los conspiradores, recibió una carta anónima en la que se le advertía del peligro de asistir a la ceremonia. Parker entregó la carta a Cecil, ahora conde de Salisbury, quien ordenó al jefe de seguridad que registrara el edificio del Parlamento el 4 de noviembre. Allí encontraron a Guy Fawkes, encargado de los explosivos, ultimando los preparativos para los atentados. Tras ser brutalmente torturado, Fawkes reveló los nombres de sus cómplices. Algunos fueron detenidos y ejecutados en el acto, mientras que otros huyeron a Londres y poco a poco fueron capturados o asesinados por los guardias ingleses. Los que fueron a juicio, incluido Fawkes, fueron ejecutados y sus cabezas fueron expuestas ante el público. Sin embargo, Fawkes evitó ese destino suicidándose.

Consecuencias y legado

Como consecuencia del complot, los católicos sufrieron una mayor represión debido a la introducción de nuevas leyes anticatólicas. En el verano de 1606, se reforzaron las leyes contra la recusación y se devolvió a Inglaterra el sistema isabelino de multas y restricciones. Además, a los católicos se les prohibió servir como oficiales del ejército o de la marina, se les estigmatizó socialmente y se les negó el derecho al voto, una exclusión que continuó hasta el siglo XIX.

En enero de 1606, durante la primera sesión desde el complot, el parlamento aprobó la Ley de Observancia del 5 de noviembre de 1605 o Ley de Acción de Gracias, que convirtió el acontecimiento en una característica anual de la vida inglesa para conmemorarlo y dar gracias a Dios por haber evitado su éxito. Esta conmemoración se sigue celebrando en Gran Bretaña a día de hoy y recibe el nombre de Noche de las Hogueras, Noche de los Fuegos Artificiales o Noche de Guy Fawkes. En este día es costumbre lanzar fuegos artificiales y quemar efigies de Guy Fawkes. La tradición fue exportada por los colonos ingleses a las colonias de todo el mundo, como Australia, Nueva Zelanda, Canadá y varias naciones del Caribe.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez