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l que tuvo lugar el 21 de octubre de 1805, en el que participaron la Marina Real Británica y las flotas conjuntas de las Armadas francesa y española. Este enfrentamiento formó parte de la Guerra de la Tercera Coalición, que duró de agosto a diciembre de 1805, durante las Guerras Napoleónicas (1803-1815).

Antecedentes 

En 1805, liderado por Napoleón Bonaparte, el Primer Imperio Francés emergió como la potencia militar dominante en tierra en Europa, mientras que la Marina Real Británica mantenía el control sobre los mares. Los británicos impusieron un bloqueo naval contra Francia, perturbando el comercio y limitando la capacidad de la Armada francesa para movilizar plenamente sus recursos. A pesar de que los franceses lograron eludir el bloqueo en varias ocasiones, no pudieron infligir daños significativos a los británicos. 

Cuando la Tercera Coalición declaró la guerra a Francia tras la breve Paz de Amiens, Napoleón intensificó sus planes de invadir Gran Bretaña. Obtener el control del Canal de la Mancha era crucial para que su flota de invasión pudiera llegar a Inglaterra. Las principales flotas francesas estaban estacionadas en Brest, en Bretaña, y Toulon, en el Mediterráneo, con escuadras más pequeñas situadas en varios puertos atlánticos. Además, la flota española, aliada de Francia, aportó fuerzas desde Cádiz y Ferrol.

 En marzo de 1805, una escuadra dirigida por el almirante francés Villeneuve logró eludir el bloqueo británico y se unió a la flota española, poniendo sus miras en las Indias Occidentales. Sin embargo, el almirante Nelson, comandante de la armada británica, famoso por su victoria en la batalla del Nilo, se enteró de la partida de Villeneuve y se lanzó rápidamente en su persecución.

Villeneuve, consciente de la reputación y la brillantez táctica de Nelson, temía un posible enfrentamiento y se apresuró a regresar al otro lado del Atlántico para evitar un combate. Al llegar a la costa española, se encontró con otra flota británica comandada por el almirante Robert Calder. La batalla de Cabo Finisterre terminó en un empate táctico, pero Villeneuve se encontró atrapado en el puerto de Cádiz, incapaz de liberarse de la presencia naval británica. 

Ante esta situación, Napoleón Bonaparte reconoció que la invasión de Gran Bretaña ya no era factible. Reorientó su ejército hacia el este para enfrentarse a sus otros adversarios, Austria y Rusia. A pesar de este cambio de estrategia, Nelson siguió decidido a frustrar la huida de Villeneuve. Posicionó su flota en el mar, esperando la oportunidad de que Villeneuve intentara un paso hacia el Mediterráneo. 

El 19 de octubre, la paciencia de Nelson dio sus frutos cuando un barco británico avistó a la flota franco-española saliendo de Cádiz. Aprovechando el momento, Nelson inició una persecución y, en la mañana del 21 de octubre, había alcanzado a su objetivo, preparando el terreno para la decisiva Batalla de Trafalgar.

La batalla

Al amanecer del 21 de octubre de 1805, la flota de Nelson se enfrentó a las fuerzas combinadas de las armadas francesa y española frente a las costas de España. Con 27 navíos de línea, la flota franco-española estaba posicionada en una sola línea de batalla, una formación tradicional que les permitía maximizar su potencia de fuego. Sin embargo, Nelson, conocido por sus tácticas innovadoras, había ideado una estrategia audaz. Dividió su flota en dos columnas y planeó romper la línea enemiga perpendicularmente, aislando y rodeando con eficacia a los barcos enemigos más grandes. 

Con los barcos británicos navegando bajo la emblemática bandera que rezaba «Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber», Nelson lideró la carga con su buque insignia, el HMS Victory. La flota británica avanzó con determinación y, al enfrentarse al enemigo, las tácticas de Nelson desbarataron rápidamente la línea franco-española. El vicealmirante Cuthbert Collingwood, al mando del Royal Sovereign, fue el primero en romper la formación enemiga, iniciando un encarnizado combate contra el Santa Ana.

A pesar de sufrir importantes daños, el buque insignia de Nelson logró abrirse paso entre el Bucentaure (buque insignia de Villeneuve) y el Redoutable, lo que dio lugar a intensos y caóticos combates. A medida que se desarrollaba la batalla, la flota franco-española se vio entorpecida por las discordias internas y las adversas condiciones de navegación. La orden de Villeneuve de retirarse hacia Cádiz fue recibida con resistencia, especialmente por parte de los mandos españoles. La batalla se convirtió en un brutal intercambio de cañonazos en el que ambos bandos sufrieron numerosas bajas. El propio Nelson fue herido de muerte por un francotirador del Redoutable, pero su brillantez táctica ya había asegurado una decisiva victoria británica. Al final de la batalla, 22 barcos de la flota franco-española habían sido capturados o destruidos, mientras que los británicos sufrieron 449 bajas, incluyendo la pérdida de su estimado comandante. 

Consecuencias 

Tras la Batalla de Trafalgar, la flota francesa nunca más pudo desafiar a la Royal Navy en un enfrentamiento importante. Napoleón ya había abandonado sus planes de invadir Gran Bretaña antes de la batalla, y nunca se reavivaron. Sin embargo, Trafalgar no marcó el fin de las ambiciones navales de Francia. A medida que el imperio de Napoleón se expandía por Europa, Gran Bretaña tuvo que tomar nuevas medidas para evitar que las armadas europeas más pequeñas cayeran bajo control francés, como se vio en la batalla de Copenhague en 1807 y en otras acciones en 1808. Estos esfuerzos tuvieron un gran éxito, pero Napoleón siguió construyendo su flota. En el momento de su caída en 1814, Francia había construido 80 navíos de línea, y había más en construcción. A pesar de esta acumulación, la armada francesa no tuvo ningún impacto sobre el dominio británico en el mar, ya que la Royal Navy mantuvo un estrecho bloqueo de los puertos franceses durante casi una década después de Trafalgar. Al final, el imperio de Napoleón fue derrotado en tierra antes de que sus fuerzas navales pudieran convertirse en una amenaza seria. 

El dominio de la Royal Navy se mantuvo incontestado hasta la Segunda Guerra Mundial y el almirante Nelson se convirtió en el héroe naval británico más célebre. Su legado quedó inmortalizado en numerosos monumentos de Gran Bretaña y otros países. El más famoso de estos homenajes es la Columna de Nelson en Trafalgar Square, Londres, terminada en 1843. 

 Autora: Beatriz Camino Rodríguez