La batalla de Lepanto, librada el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Patras, fue un momento decisivo en la historia de la guerra naval. Enfrentó a la Liga Santa, una coalición de potencias cristianas, contra el Imperio Otomano y se considera uno de los combates navales más significativos de la época del Renacimiento.
Antecedentes: La expansión del Imperio Otomano
Los orígenes del Imperio Otomano se remontan a finales del siglo XIII, cuando comenzó como un pequeño emirato turco en la actual Turquía. Rápidamente expandió su territorio y, en 1453, conquistó la capital del Imperio Bizantino, Constantinopla. Al compartir fronteras con Europa, los otomanos chocaron frecuentemente con potencias europeas como Rusia, Austria y Venecia, que intentaron frenar sin éxito la expansión otomana.
Mientras tanto, Venecia había establecido un vasto imperio terrestre para apoyar su floreciente industria naviera comercial. Esta expansión se tradujo en la adquisición de territorios como Chipre y Creta, así como en el establecimiento de puestos avanzados en la Grecia continental. Sin embargo, este dominio comenzó a decaer a finales del siglo XVI, cuando los otomanos empezaron a construir su flota naval.
A finales del siglo XVI, un mercader llamado Joseph Nasi presentó una interesante propuesta a los otomanos: el establecimiento de una colonia judía en la isla. Convencidos por esta propuesta, los otomanos decidieron invadir Chipre. En 1570, las tropas otomanas desembarcaron en Chipre, lo que provocó una brutalidad generalizada. Famagusta, la última posesión cristiana de la isla, resistió ferozmente, infligiendo grandes bajas a los otomanos. Sin embargo, finalmente fue masacrada. La brutalidad del asedio conmocionó a Europa, lo que llevó al Vaticano y a los Habsburgo a formar una coalición para resistir a los otomanos. La coalición, conocida como La Liga Santa, estaba liderada por Don Juan de Austria y constaba de 212 barcos que transportaban 28.500 soldados de España, Italia, los Estados Pontificios, Venecia y otros países.
La batalla de Lepanto
El 7 de octubre de 1571, la Santa Liga, compuesta por más de 200 galeras, se enfrentó a la armada otomana de unos 250 navíos. La batalla tuvo lugar cerca del golfo de Patras, en la costa occidental de Grecia. Las fuerzas cristianas navegaban bajo el estandarte de la Liga Santa, con el simbólico crucifijo como emblema unificador.
La batalla comenzó con un cañoneo en el que ambos bandos intercambiaron cañonazos y proyectiles. La flota cristiana, coordinada por Don Juan de Austria, adoptó rápidamente una formación que enfatizaba la potencia de fuego y la maniobrabilidad. Sus galeras estaban diseñadas para la velocidad y la agilidad, mientras que los otomanos contaban con barcos más grandes y lentos que dependían en gran medida de las tácticas de abordaje.
Al principio, el viento favoreció a los otomanos, pero cambió a favor de los cristianos al mediodía. Muchos barcos otomanos encallaron y sus tripulaciones huyeron a Grecia continental, donde fueron recibidos a tiros por los cristianos. Las partidas de abordaje persiguieron a los supervivientes tierra adentro y se capturaron barcos otomanos abandonados. En medio del caos, el buque insignia de Don Juan, el «Real», se batió en feroz duelo con el buque insignia otomano, el «Sultana», comandado por Ali Pasha. Finalmente, las fuerzas de Don Juan consiguieron capturar y matar a Alí Pachá, desmoralizando a la flota otomana.
En el centro, la línea otomana se desintegró, y el flanco norte se retiró hacia el interior, corriendo una suerte similar. Tras horas de intenso combate, la flota cristiana salió victoriosa. Habían capturado o hundido una parte significativa de la armada otomana, asestando un golpe devastador al poder naval del Imperio Otomano.
Consecuencias
El Imperio Otomano nunca había sufrido una derrota de esta magnitud antes de la batalla de Lepanto. Sólo 30 de sus navíos sobrevivieron a la batalla, y sufrieron grandes bajas, con 30.000 soldados muertos o heridos y 3.000 hechos prisioneros. En el bando cristiano, 8.000 individuos perdieron la vida, 21.000 resultaron heridos y se perdieron 10 galeras.
La victoria de la Liga Santa se celebró como un símbolo de la unidad cristiana y un punto de inflexión en la lucha contra la expansión otomana. España, que había desempeñado un papel destacado en la Liga Santa, consolidó su posición como gran potencia europea. El Imperio de los Habsburgo, dirigido por Felipe II de España, aseguró su posición como fuerza dominante en la geopolítica europea. Venecia amplió su influencia en el Mediterráneo, haciéndose con el control de varios territorios de importancia estratégica. Génova también se benefició de la victoria, al igual que los Estados Pontificios, que vieron protegidas sus posesiones territoriales en Italia.
La importancia de la batalla de Lepanto marcó el primer caso de derrota de una fuerza otomana importante, lograda mediante una alianza poco frecuente de fuerzas cristianas europeas. En 1683, la civilización occidental logró otra victoria decisiva en Viena, que contribuyó al declive del Imperio Otomano y lo relegó a una potencia secundaria.
La batalla también fue inmortalizada en la literatura y el arte, convirtiéndose en un símbolo del heroísmo cristiano contra los turcos otomanos. Inspiró obras como «El Quijote» de Cervantes e innumerables pinturas que representan el épico enfrentamiento.
Autora: Beatriz Camino Rodríguez