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Marco Antonio (83-30 a.C.) fue un destacado político y general romano, leal partidario de Julio César y miembro del Segundo Triunvirato junto a Octavio y Lépido. Conocido por su alianza y relación romántica con Cleopatra, su rivalidad con Octavio le llevó a la derrota en la batalla de Actium y a su posterior suicidio.

Vida temprana y ascenso al poder

Marco Antonio nació el 14 de enero del año 83 a.C., hijo de Marco Antonio Céctico y Julia de los Césares, prima de Julio César. Criado bajo la tutela de su madre y de su abuela, Julia Menor (hermana de César), Antonio se formó inicialmente en retórica y filosofía. Sin embargo, su amistad con Publio Clodio Pulquero y Curio le orientó hacia un estilo de vida indulgente.

Antonio se trasladó a Grecia, donde estudió oratoria y táctica militar. Más tarde se unió al general romano Aulo Gabinio en campañas en Siria y Egipto, distinguiéndose como comandante de caballería. En el 54 a.C., fue llamado por Julio César para servir en la Galia, donde se ganó la reputación de líder hábil pero hedonista. Aunque sus indulgencias alejaban a César y a sus compañeros, los soldados comunes admiraban su generosidad, camaradería y carácter accesible. César apoyó el ascenso de Antonio, respaldando su elección como tribuno en el 50 a.C.

En el Senado, Antonio apoyó incondicionalmente la política de César. Su viejo amigo Curio, antes alineado con el partido aristocrático, se pasó a la facción populista de César, utilizando sus dotes oratorias para convencer a los demás. Se enfrentaron al rechazo reiterado del Senado respecto a los intereses de César, lo que les llevó a huir de Roma en el 49 a.C. para unirse a César en la Galia e informarle del trato que el Senado dispensaba a sus partidarios. Indignado, César utilizó esta afrenta como justificación para desafiar las órdenes de Pompeyo Magno y del Senado, marchando sobre Roma con su ejército.

Tras apoderarse de Roma sin conflicto, César dejó que Antonio gobernara la ciudad mientras él perseguía a Pompeyo en España. Aunque Antonio demostró ser un mal administrador, consiguió mantener las líneas de suministro y enviar refuerzos a las fuerzas de César. En el 48 a.C., se unió a César en Grecia y dirigió el ala izquierda de la caballería en la batalla de Farsalia, contribuyendo a la derrota de Pompeyo.

Tras la batalla, César persiguió a Pompeyo hasta Egipto, mientras Antonio regresaba a Roma. Sin embargo, su negligencia en las tareas administrativas empañó el nuevo régimen de César, lo que provocó su destitución en favor de Lépido a la vuelta de César. Dos años más tarde, Antonio recuperó su posición en el círculo íntimo de César.

El Segundo Triunvirato

En el 44 a.C., tras el asesinato de César, Antonio aprovechó el discurso que pronunció en su funeral para poner a la opinión pública en contra de los conspiradores y expulsarlos de Roma. Inicialmente, Antonio mostró poco interés en perseguir a los asesinos de César hasta que el heredero de éste, Cayo Octavio Turino (Octavio), llegó a Roma exigiendo justicia.

La reclamación legal de Octavio como heredero de César complicó los planes de Antonio. Octavio insistió en cumplir la voluntad de César, incluida la distribución de fondos entre el pueblo romano, a lo que Antonio se opuso. Tras sufrir la derrota de las fuerzas de Octavio, Antonio acordó una tregua y, en el 43 a.C., él, Octavio y Lépido formaron el Segundo Triunvirato. Se repartieron los territorios de Roma: Lépido tomó África, Octavio controló el oeste y Antonio gobernó el este.

En el 42 a.C., tras derrotar a Bruto y Casio en la batalla de Filipos, Antonio se dirigió al este para consolidar su dominio. En Tarso, en el 41 a.C., convocó a Cleopatra VII para responder a las acusaciones de ayudar a los asesinos de César. Cleopatra, sin embargo, hizo una entrada deslumbrante a bordo de una barcaza dorada, cautivando a Antonio. Este fue el comienzo de una legendaria historia de amor con Cleopatra, a pesar de estar casada con Fulvia.

Un año después, la muerte de Fulvia llevó a Antonio a casarse con la hermana de Octavio, Octavia, para reparar su tensa alianza, a pesar de que Cleopatra le dio gemelos ese mismo año, Alejandro Helios y Cleopatra Selene. Con el paso del tiempo, su continua relación con Cleopatra erosionó aún más su alianza con Octavio. En el 37 a.C., Antonio envió a Octavia de vuelta a Roma y, en el 35 a.C., cuando viajó a Atenas con tropas, suministros y fondos para apoyarle, Antonio se negó a verla y la envió de vuelta a casa. Esta afrenta deliberada ahondó las desavenencias entre ambos líderes.

La anexión de Armenia por Antonio en el 34 a.C. culminó con una celebración triunfal en Alejandría, no en Roma, donde declaró a Cesarión, hijo de Cleopatra con Julio César, heredero legítimo de César. Este desafío público a la autoridad de Octavio exacerbó las tensiones y preparó el terreno para su posterior conflicto.

Muerte

En un movimiento estratégico, Octavio presentó un documento al Senado, supuestamente el testamento de Antonio, que según él revelaba los planes de Antonio de hacerse con el control de Roma y conceder los recursos romanos a Cleopatra y sus hijos. Evitando una declaración directa de guerra a Antonio, que podría haber dividido al Senado y a la opinión pública, Octavio manipuló al Senado para que declarara la guerra a Cleopatra.

En el 31 a.C., las fuerzas de Antonio y Cleopatra se enfrentaron al ejército de Octavio, comandado por el general Agripa, en la batalla de Actium. La derrota se debió a la superioridad táctica de Agripa y a la falta de experiencia naval de Antonio y Cleopatra. Durante el año siguiente, Antonio se enzarzó en una serie de pequeñas e inútiles escaramuzas con Octavio hasta que, en el 30 a.C., recibió la falsa noticia de la muerte de Cleopatra y se apuñaló a sí mismo.

Herido de muerte, Antonio fue llevado ante Cleopatra y murió en sus brazos. Poco después, Cleopatra se quitó la vida. Octavio, consolidando su poder, ordenó la ejecución de Cesarión, hijo de Cleopatra con Julio César. Los hijos de Antonio y Cleopatra fueron llevados a Roma, donde desfilaron en el triunfo de Octavio antes de ser criados por Octavia junto a sus propios hijos con Antonio. Uno de estos niños, Antonia Mayor, se convertiría más tarde en la abuela del emperador Nerón.

Con la desaparición de Antonio y Cleopatra, Octavio se convirtió en el único gobernante de Roma. En el año 27 a.C. se le concedió el título de Augusto, lo que marcó el inicio del Imperio Romano y su reinado como primer emperador.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez.