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Carlos X (9 de octubre de 1757 – 6 de noviembre de 1836) fue rey de Francia desde el 16 de septiembre de 1824 hasta el 2 de agosto de 1830.

Vida temprana

Carlos Felipe de Francia, nacido en 1757 en el Palacio de Versalles, era el hijo menor del Delfín Luis y de la Delfina María José. Al nacer, su abuelo, el rey Luis XV, le concedió el título de conde de Artois. Al ser el hijo menor, parecía improbable que Carlos llegara a heredar el trono. Sin embargo, cuando su hermano mayor, Luis, duque de Borgoña, murió en 1761, Carlos ascendió en la línea de sucesión. Tras la muerte de su padre en 1765, el hermano mayor de Carlos, Luis Augusto, se convirtió en el Delfín, el heredero al trono francés. Cuando el rey Luis XV falleció en 1774, Luis Augusto ascendió al trono como Luis XVI.

El despertar político de Carlos comenzó en 1786, durante la primera gran crisis de la monarquía francesa, cuando se hizo evidente que el reino estaba en bancarrota debido a la Guerra de los Siete Años y a la Guerra de Independencia americana. En respuesta a ello, Luis XVI convocó los Estados Generales en mayo de 1789 para ratificar las reformas financieras. Carlos era el miembro más conservador de la familia real y se oponía a las demandas del Tercer Estado (los plebeyos) para aumentar su poder político. Cuando el Tercer Estado se constituyó en Asamblea Nacional en junio de 1789, con la intención de crear una nueva constitución, la postura conservadora de Carlos se hizo cada vez más controvertida. Trabajó con el barón de Breteuil para formar alianzas políticas destinadas a destituir al ministro liberal de Finanzas, Jacques Necker. Sin embargo, el tiro le sale por la culata y la destitución de Necker desencadena la toma de la Bastilla el 14 de julio. Tres días después, Carlos y su familia huyen de Francia.

Exilio

Durante el exilio de Carlos, la Asamblea Nacional promulgó reformas radicales, incluida la Constitución de 1791, y aprobó un proyecto de ley de regencia que pasaba por alto el lugar de Carlos en la sucesión real, favoreciendo al conde de Provenza o al duque de Orleans como posibles regentes. El 1 de enero de 1792, declaró traidores a todos los emigrados, confiscando sus títulos y propiedades. La monarquía fue abolida formalmente en septiembre de 1792 y, en 1793, tanto Luis XVI como María Antonieta habían sido ejecutados.

Con el estallido de las Guerras Revolucionarias francesas en 1792, Carlos huyó a Gran Bretaña, donde el rey Jorge III le concedió un generoso subsidio. Tras la muerte de su sobrino en 1795, el hermano mayor de Carlos, ahora llamado Luis XVIII, continuó liderando la causa monárquica desde el exilio. El 31 de marzo, París cae en manos de los aliados y, una semana más tarde, Napoleón I abdica. El Senado restaura la monarquía borbónica y nombra rey a Luis XVIII. Carlos, ahora presunto heredero, asumió el cargo de Lugarteniente General hasta que Luis XVIII regresó del Reino Unido. Durante esta breve regencia, estableció un cuerpo secreto de policía ultrarrealista que funcionó independientemente del conocimiento de Luis XVIII y que se mantuvo durante más de cinco años.

Reinado

Cuando Luis XVIII falleció a principios de 1824, Carlos, que entonces tenía 66 años, ascendió al trono como rey Carlos X. Su reinado comenzó con algunas reformas liberales, como la supresión de la censura de prensa, pero pronto volvió a las políticas ultrarrealistas al mantener a Joseph de Villèle, el Primer Ministro conservador de su hermano. En abril de 1825 se promulgaron dos leyes clave: la Ley de Indemnización, que compensaba a los nobles cuyas propiedades habían sido confiscadas durante la Revolución, y la Ley Antisacrilegio, que imponía duras penas por profanación religiosa.

Tras perder la mayoría parlamentaria en las elecciones generales de noviembre de 1827, Carlos destituyó a Villèle a regañadientes y nombró Primer Ministro al más moderado Jean-Baptiste de Martignac. Sin embargo, a Carlos no le gustaba Martignac y acabó sustituyéndolo en 1829 por Jules de Polignac, un ultrarrealista acérrimo. En marzo de 1830, la Cámara de Diputados francesa, cada vez más frustrada por las tendencias autocráticas del rey, aprobó una moción que exigía la rendición de cuentas de los ministros ante el poder legislativo. En respuesta, Carlos disolvió la Cámara y convocó nuevas elecciones. Los resultados, desfavorables para Carlos, le llevaron a tomar medidas drásticas. El 25 de julio de 1830 promulgó las Ordenanzas de Julio, que disolvían la Cámara recién elegida, alteraban el sistema electoral para favorecer a sus partidarios y reimponían la censura de prensa. Estas ordenanzas provocaron un malestar generalizado y el 26 de julio estallaron las protestas en París. El comandante militar de Carlos, el mariscal Marmont, no pudo sofocar el levantamiento, y el 28 de julio estaba claro que el control de la monarquía se había derrumbado.

El 2 de agosto de 1830, Carlos, presionado, abdica en favor de su nieto Enrique, duque de Burdeos (Enrique V). El hijo de Carlos, el duque de Angulema, también renunció a su derecho al trono, pero el recién proclamado rey Enrique V nunca fue reconocido. En su lugar, Luis Felipe, duque de Orleans, fue proclamado rey de los franceses el 9 de agosto, marcando el final del reinado de Carlos X y el comienzo de la Monarquía de Julio.

Segundo exilio y muerte

Tras la caída de Carlos X, la familia real se exilió en el Reino Unido. En el invierno de 1832/33, se trasladaron a Praga invitados por el emperador Francisco I de Austria. Sin embargo, a la muerte de éste en 1835, los Borbones abandonaron el castillo de Praga porque el nuevo emperador, Fernando I, lo necesitaba para las ceremonias de coronación. En busca de un clima más cálido en la costa mediterránea de Austria, Carlos X viajó a Gorizia, en el reino de Iliria. Desgraciadamente, contrajo el cólera poco después de su llegada y falleció el 6 de noviembre de 1836.

Carlos X fue enterrado en la Iglesia de la Anunciación de Nuestra Señora, situada en Nova Gorica, Eslovenia. Esto le convierte en el único rey de Francia enterrado fuera de su patria, y sus restos descansan en una cripta junto a los de su familia. Desde 2016 existe un movimiento que aboga por la repatriación de sus restos a la basílica de San Dionisio, lugar de descanso tradicional de los monarcas franceses. Sin embargo, Luis Alfonso, actual jefe de la Casa de Borbón, expresó en 2017 su deseo de que los restos de sus antepasados permanezcan intactos.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez