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La batalla de Sobraon, librada el 10 de febrero de 1846, marcó la victoria final y más decisiva de la Compañía Británica de las Indias Orientales (EIC) sobre el Imperio Sij en la Primera Guerra Anglo-Sija (1845-1846).

La Compañía de las Indias Orientales y el Imperio Sij

A mediados del siglo XVIII, la Compañía Británica de las Indias Orientales (EIC) se había convertido en el brazo colonial de la Corona británica en la India, expandiendo su control territorial por todo el subcontinente. Victorias clave, como la batalla de Plassey en 1757 y la de Buxar en 1764, aseguraron a la Compañía grandes ingresos fiscales y una inmensa riqueza. Con gran parte de la India bajo su control, la EIC puso sus miras en el noroeste de la India y en el Punjab, el último bastión que quedaba fuera del dominio británico.

El Punjab, que abarca partes de los actuales Pakistán e India, era el corazón de los sijs, que habían establecido su dominio en el siglo XVIII al declinar el Imperio mogol. El líder sij, Ranjit Singh, conocido como el «León de Lahore», unificó la región y construyó el Imperio sij modernizando su ejército. Sus campañas condujeron a la conquista de Multan y Cachemira, Ladakh y Peshawar, causando inquietud en el seno del EIC. En 1839, británicos, afganos y sijs firmaron un tratado para mantener las fronteras existentes, pero la muerte de Ranjit Singh ese año desencadenó la inestabilidad política. Su hijo, Duleep Singh, fue nombrado gobernante en 1843, aunque su madre, Jind Kaur, actuó como regente. Ante las luchas internas por el poder, Jind Kaur alentó una campaña militar contra los británicos.

El EIC aprovechó la inestabilidad del Estado sij para anexionarse Sindh (suroeste del Punjab) en 1843. Creyendo que algunas facciones sijs del este favorecían los lazos británicos, el EIC se preparó para la guerra, acumulando una fuerza de 40.000 soldados en la frontera sureste del Punjab. Si los sijs deseaban mantener su independencia, tendrían que desafiar a la fuerza militar más poderosa de la India: los ejércitos de la Compañía Británica de las Indias Orientales.

La Primera Guerra Anglo-Sija estalló el 11 de diciembre de 1845, cuando un gran ejército sij cruzó el río Sutlej hacia territorio del EIC. El primer enfrentamiento importante se produjo en la batalla de Mudki, el 18 de diciembre, en la que el EIC obtuvo la victoria. Le siguió la batalla de Ferozeshah, el 21 y 22 de diciembre, que se saldó con una victoria británica marginal.

Los sijs, sin embargo, consiguieron contraatacar cuando una columna británica pasó demasiado cerca del fuerte de Bhudowal el 21 de enero. En respuesta, el general de división Harry Smith condujo a un ejército del EIC a la victoria en la batalla de Aliwal el 28 de enero de 1846. Con sólo una fuerza sij restante al sur del Sutlej, el escenario estaba preparado para la batalla final y más sangrienta de la guerra: Sobraon.

La batalla

El éxito del EIC en batallas anteriores se debió a sus fuerzas bien disciplinadas, compuestas por regimientos británicos, sepoys indios, infantería Gurkha, caballería y unidades de artillería altamente entrenadas. El comandante general de las fuerzas del EIC era el teniente general Sir Hugh Gough. En Sobraon, al igual que en Ferozeshah, Gough comandaba una fuerza de aproximadamente 20.000 hombres con 32 cañones.

El ejército sij, conocido como Khalsa, estaba igualmente bien entrenado, tras haber sido modernizado bajo las órdenes de oficiales mercenarios europeos. El comandante en jefe del ejército sij era Tej Singh, un líder experimentado, aunque las fuerzas de Sobraon estaban bajo el mando directo del general Ranjodh Singh. En Sobraon, mandaba al menos 20.000 soldados de infantería, 1.000 de caballería y unos 70 cañones.

Los dos ejércitos se enfrentaron cerca de las orillas del río Sutlej. La batalla comenzó temprano en la mañana del 10 de febrero con un feroz intercambio de artillería. Los artilleros del EIC, famosos por su disciplina y su disparo rápido y preciso, estaban acostumbrados a llevar la ventaja en los duelos de artillería. Sin embargo, los artilleros sijs consiguieron superarles en el intercambio inicial. A medida que las reservas de munición británicas disminuían, se vieron obligados a reducir su bombardeo, reservando suministros para apoyar un asalto de infantería más adelante en la batalla. Para agravar el problema, Gough había calculado mal el alcance, situando su artillería demasiado lejos de las defensas sijs para infligir daños significativos. Aunque acercarse habría aumentado su eficacia, también habría expuesto a los cañones británicos a toda la fuerza del contrafuego sij, un riesgo que Gough no estaba dispuesto a correr.

Dividió sus fuerzas en tres grupos, con los flancos central y derecho lanzando ataques fingidos para distraer a los defensores sijs, mientras que el verdadero asalto tenía como objetivo el flanco derecho sij, su posición defensiva más débil. Sin embargo, la estrategia fracasó. Los comandantes sijs dirigieron su contraataque precisamente donde era necesario, en lugar de dejarse distraer por las fintas.

Al darse cuenta de que su plan estaba fracasando, Gough ordenó a los dos grupos que estaban llevando a cabo amagos de ataque que pasaran al asalto total, a pesar de que ahora se enfrentaban a los puntos más fuertes de las defensas sijs. Sabía que el flanco derecho sij -donde el terreno era demasiado arenoso para posiciones de artillería estables- era el más vulnerable. Sin embargo, los sijs habían reforzado esta posición cuando llegó el asalto británico, convirtiendo lo que debía ser un avance fácil en una lucha brutal.

Mientras tanto, el ataque británico al centro sij se estancó. Sin forma de retirarse bajo el intenso fuego, las tropas británicas se atrincheraron a lo largo de la orilla del río, a la espera de refuerzos. Afortunadamente para ellos, la artillería sij se había vuelto ineficaz: sus pesados cañones se habían hundido en el terreno blando y los artilleros ya no podían bajar sus cañones para atacar a los atacantes a corta distancia. Aprovechando la oportunidad, llegaron refuerzos británicos y sepoy, que se enzarzaron en un salvaje combate cuerpo a cuerpo.

Durante 30 minutos, la batalla se convirtió en un combate caótico y cuerpo a cuerpo. Finalmente, las tropas británicas escalaron las defensas y las banderas de los regimientos se plantaron en lo alto de las murallas. Con el grueso del ejército sij en retirada, se avecinaba el desastre. No se ofreció una rendición formal, pero la huida resultó casi imposible. La matanza continuó hasta el mediodía, sellando la victoria británica.

Consecuencias

La batalla de Sobraon marcó el final decisivo de la guerra. Con el ejército sij destrozado, los británicos cruzaron el río Sutlej y avanzaron hacia el Punjab. El 9 de marzo de 1846 se firmó el Tratado de Lahore, por el que el Punjab quedaba bajo control británico como «Estado patrocinado». Amplias zonas del imperio sij quedaron bajo el dominio directo del EIC, y los británicos impusieron el pago de una enorme indemnización.

A pesar del tratado, el malestar seguía latente bajo la superficie. Muchos jefes sijs se sintieron traicionados por sus propios generales durante la guerra. Frustrados y humillados por las duras condiciones del tratado, buscaron una segunda oportunidad contra los británicos. Con poco que perder y mucho que ganar, la resistencia sij se reavivó en abril de 1848, desencadenando la Segunda Guerra Anglo-Sija (1848-49).

Este conflicto, librado principalmente en el sur y el oeste del antiguo Imperio sij, fue otra campaña brutal y de corta duración. Sin embargo, una vez más, el EIC salió victorioso. En marzo de 1849, los británicos se anexionaron oficialmente todo el Punjab, poniendo fin a la soberanía sij y consolidando su dominio sobre el subcontinente indio. El EIC reinaba ahora en la India.

Autora: Beatriz Camino Rodríguez.